Costa Rica

Por Olmedo Beluche

El amigo, colega y compañero de luchas sociales y políticas, Roberto Ayala Saavedra, ha publicado un ensayo titulado “Dialéctica individuo – sociedad. Una sociología para el cambio social”, con el cual contribuye al esclarecimiento de un problema que hace al meollo de la epistemología, la teoría y el método de las ciencias sociales. Roberto aborda este tema recurriendo a la esencia del método marxista, superando los habituales enfoques unilaterales cargados hacia una de las dos partes de la ecuación.

El ensayo que comentamos se suma a las dos publicaciones anteriores de Roberto Ayala y que habían causado un impacto positivo entre el público lector, compuesto del medio académico, pero también del activismo militante, principalmente en Costa Rica y Panamá, donde es más conocido. En 2016 publicó “Marxismo y globalización capitalista”, y en 2022, “Sociología histórica del torrijismo”.

Ambos libros, en su versión digital, están disponibles para consulta en la página electrónica del Centro de Investigaciones de la Facultad de Humanidades (CIFHU) de la Universidad de Panamá.

Este tercer ensayo publicado por Roberto Ayala lo coloca, sin lugar a duda, y al margen de cualquier valoración subjetiva, como uno de los pensadores marxistas más lúcidos de la región centroamericana. Marxismo forjado en la militancia política en corrientes del socialismo revolucionario panameño, brasileño y costarricense.

Por supuesto, complementado con los respectivos estudios académicos y autodidactas. Porque, como alguien me dijo hace tiempo, el verdadero marxismo no se aprende en las universidades, sino en la lucha política del movimiento obrero y socialista.

Pero conviene aclarar de partida que este libro no es un panfleto, sino que muestra una lectura profunda de los diversos enfoques teóricos de las ciencias sociales, desde Weber a Bourdieu, pasando por Luckmann a Bauman; del sicoanálisis de Freud al constructivismo de Piaget; de Kant y Hegel, entre otros.

El texto polemiza sobre todo con el individualismo metodológico (IM) de la teoría de la “elección racional”, que es la base teórica de las concepciones de la economía llamada neoliberal. No es una discusión meramente académica-intelectual, es parte de la tarea de mostrar el extravío intelectual y político de la economía dominante.

Contrariando al “individualismo metodológico”, Roberto nos recuerda que: “No hay “individuo”, hay individuo social”. No existe un supuesto individuo abstracto que toma decisiones racionales con arreglo a sus intereses. Existen individuos concretos, que han sido formados en sociedades concretas, bajo la influencia de instituciones, estructuras y valores determinados, y que deben desenvolver sus vidas (decidir y actuar de acuerdo con su razonamiento) pero bajo ciertas condiciones que ellos no han creado y que les condicionan.

Pero tampoco se trata, como pretende cierto objetivismo positivista durkheimniano o estructuralismo sausseriano, de individuos simplemente pasivos y receptores de los condicionamientos sociales, sino que, con su actividad práctica (praxis) estos sujetos influyen, construyen y pueden a su vez modificar las condiciones sociales heredadas.

Se trata de una relación “dialéctica” como aclara desde el título Ayala entre los dos factores de la ecuación individuo-sociedad. “Entonces, no sólo somos un producto de la sociedad, también producimos, reproducimos y podemos transformar, la sociedad”, nos dice.

Roberto Ayala nos conduce a un aspecto esencial del enfoque del materialismo histórico, frecuentemente olvidado por cierto marxismo mecanicista, que aparece formulado por Carlos Marx en sus “Tesis sobre Feuerbach” (Tesis III): “La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, …, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado”.

Para Marx, como para Roberto Ayala, el individuo es un sujeto activo, dotado de una conciencia subjetiva capaz de guiar su acción para influir sobre su medio natural y social. Pero cambiar las condiciones objetivas heredadas es algo que el individuo no puede hacer solo, necesita a sus pares, a sus congéneres, a otros seres humanos. Porque las circunstancias que puede modificar una voluntad individual son muchísimo más limitadas que las que puede cambiar una voluntad colectiva.

“No hay acción colectiva sin individuos, pero el grupo, para ser posible, obliga al individuo a negociar y comprometerse con objetivos que ya no son exactamente los propios, sino del consenso, en base a intereses definidos por la posición social (clase, estatus)”, nos dice Roberto Ayala.

Otra reflexión interesante que aborda el libro es la relación entre individuo – libertad – sociedad: “Una sociedad que sataniza el interés individual no tiene futuro. Una sociedad que se basara exclusiva o incluso principalmente en el egoísmo y la competencia, no tendría presente. Y de hecho nunca ha existido. Sería una contradictio in terminis”, dice Ayala.

La afirmación anterior desmiente tanto a los totalitarismos políticos de la modernidad (fascismo o estalinismo), que pretenden el sacrificio de toda aspiración o criterio individual en función de un supuesto interés colectivo, definido desde el poder; así como desmiente el mito liberal (muy norteamericano) de un individuo que no necesita de la colectividad y que puede vivir al margen de ella.

Lo cual también nos lleva a otra reflexión: un mundo social donde las estructuras sociales se imponen sobre los individuos, como una ley de hierro, convirtiéndolos en meros títeres, haría de la realidad algo mecánicamente predecible, teleológicamente programada, no habría espacio ni para la imaginación. Por el contrario, un mundo donde los individuos actuaran cada uno movido por sus simple interés subjetivo y egoísta sería un todo caótico del que no se podría esperar nada.

Solo esta perspectiva dialécticamente influyente entre lo individual y lo social produce el espacio para la actuación de estructuras sociales que obedecen a una lógica racional (no necesariamente justa) y los actos individuales y colectivos que pueden transformar los hechos. Esa subjetividad siempre presente es lo que hace que lo social, la historia, sea siempre un libro abierto, dando lugar a la sana incertidumbre, descartando toda teleología y determinismo, en el que, a lo sumo se pueden avizorar las tendencias futuras como posibilidades o como “deber ser”.

“Ya Spinoza y Hegel reconocen la libertad como conciencia de la necesidad, contra el subjetivismo empirista; o sea, para ser libres, hay que comprender las condiciones físicas y sociales en que vivimos; para transformar el mundo hay que comprender el mundo. Podemos transformar el mundo, pero primero hay que comprenderlo, lo cual supone acceso a recursos culturales. Y en eso consiste la relación dialéctica libertad-necesidad, o la tensión individuo-sociedad, o libertad-condicionamiento. El curso de los acontecimientos depende de qué prevalezca, si las coerciones/disciplinamientos (interiorizados) o la acción emancipadora”, nos dice Roberto Ayala.

La ciencia social como herramienta de comprensión de la realidad y como instrumento de previsión futura de los acontecimientos debe: por un lado, superar los esquematismos positivistas que pretenden que todo el análisis se reduce a la captación de datos empíricos, que explicarían las “leyes naturales” de estructuras o sistemas sin sujetos; así como, por otro lado, debe superar del individualismo metodológico (I. M.) que afirma que solo existen sujetos particulares guiados únicamente por sus pasiones racionales o instintivas.

“El enfoque individualista analítico, como recurso, ha de ser integrado en una perspectiva dialéctica. La tesis de este trabajo es que no puede ser la base para una teoría general de la sociedad, de la totalidad social compleja en devenir; es un momento de la dialéctica individuo-sociedad. A partir de ahí, la incorporación de la imprescindible contribución del I.M.”, concluye el autor.

Antes ha afirmado que “… la construcción del conocimiento científico consiste en aproximaciones sucesivas, de carácter asintótico. El concepto no pude agotar lo real porque lo real es infinito…, el avance del conocimiento, en la medida en que se incorpora en la práctica, modifica el mundo. De modo que el horizonte se desplaza. Las distintas teorías en competencia deben poner a prueba su poder explicativo, presentándose ante el tribunal de la realidad. No en una concepción simplonamente empirista, sino armadas de un sólido aparato teórico-metodológico. Una buena teoría, que ha superado diversas y prolongadas pruebas, se convierte en la base para una acción racional sobre el mundo. (…) No hay nada más práctico que una buena teoría”.

En fin, recomendamos este libro, “Dialéctica individuo – sociedad. Una sociología para el cambio social”, no solo a quienes estudian desde las ciencias sociales, sino también a quienes combaten desde las trincheras sociales y políticas al sistema capitalista, porque para vencer se requieren también las armas de la crítica a la ideología pseudocientífica de la clase dominante.